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Cofradía del Santísimo Cristo del Consuelo
CIEZA (Murcia)  
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HISTORIA DE LA COFRADÍA

La imagen del Santísimo Cristo del Consuelo de Cieza tiene su origen en el año 1.602 en Murcia por Juan de Rigusteza para la Cofradía de la Sangre de Cristo, refundida en la actual.

Poco se sabe sobre su autor, casi nada, salvo que en 1.601 trabajaba en Murcia haciéndole pago la Cofradía de Jesús de aquella ciudad de 397 reales por imagen de su titular, mientras la parte pictórica corrió a cargo de Melchor de Medina. Rigusteza realizó varias versiones idénticas del mismo Cristo crucificado, al menos en un breve trascurso de tiempo. El parecido logrado entre ellas era enorme dado al material empleado -cartón piedra- que tan bien se prestaba a un fácil modelado sobre un único molde. Una vez seco el cartón-piedra se le aplicarían varias capas de estuco para obtener mayor consistencia, y por fin sería policromado. Probablemente fuese el mismo Melchor de Medina que se encargó de la pintura de N. P. Jesús de Murcia en colaboración con Rigusteza, quién encarnase los Cristos que éste realizó años después.

Los tres Cristos de Rigusteza de que tenemos noticia fueron, uno que destinado a un pueblo indeterminado de la Mancha -según la tradición- se quedó en Cieza por obstinarse las bestias que lo transportaban en no continuar el camino. Otro que se encuentra en la sacristía de la Iglesia Parroquial de San Miguel Arcángel de Murcia. Un tercero que fue encargo del regidor de Caravaca Don Francisco Muñoz de Otálora para la ermita que dicho caballero había construido a sus expensas en el antiguo Calvario de aquella ciudad. Popularmente se la conocía como "La Ermita de la Reja", por una de hermosa forja que lucía en su fachada. Al Cristo de esta ermita -última del Vía - Crucis, se le dio en Caravaca la advocación de "Santo Cristo de la Buena Muerte" y es el que actualmente tenemos en Cieza, traído en 1.940 desde Caravaca.

Por lo que se refiere a la primera imagen del Cristo del Consuelo que hubo en Cieza, debemos prestar oídos a la venerable leyenda-tradición oral tan conocida en nuestro pueblo. Durante el siglo XIX era frecuentemente recitada por ciegos en forma de romances populares con lo que obtenían limosna para su sustento. En ella se nos relata cómo al pasar por este pueblo una carreta de bueyes -otros dicen mulas- llevando una imagen de Cristo Crucificado a un pueblo de la Mancha, cuyo nombre no se menciona, se negaron las bestias a continuar su camino. ESto sucedía en el antiguo Camino Real que atravesaba Cieza y ya fuera de la población casi rodeaba al antiguo Calvario, situado sobre un cerro. Según la tradición fue al pie de este cerro donde se produjo el atranque de la carreta, negándose los bueyes a andar. Por más que los fustigaba el carretero nada conseguía, ante esto pensó poner animales nuevos, pero resultó imposible moverlos de aquel lugar y sólo andaron para subir al cerro donde definitivamente se pararon. Con todo se interpretó que aquella imagen debía ser venerada en Cieza y no en otro lugar. Los hechos debemos situarlos en la primera decena del siglo XVII. En poco tiempo se levantó una sencilla ermita donde se colocó al Cristo en 1.612.

Parece que la devoción fue grande durante todo el siglo XVII, pero menguó hasta casi extinguirse en el siguiente en que la devoción a San Bartolomé y a Ntra. Sra. del Buen Suceso crecieron tanto entre los vecinos de la villa, que casi anularon a las demás. Poco después de la fecha reseñada fue colocada en la misma ermita la imagen aparecida de Ntra. Sra. del Buen Suceso, de tal modo que en 1.629 ya se le conocía como Ermita del Buen Suceso. Sin embargo, llegado el año 1.800, sumido el pueblo casi en la miseria por la esterilidad del tiempo se bajó en rogativa pública al "Santo Cristo del Calvario" -que así se le llamó siempre hasta 1.806- para obtener la deseada agua. No llovió, pero la cosecha fue enorme, por esto al trigo de aquel año se le llamó "el trigo del milagro". Pasados unos años, la situación no mejoraba y la escasez era casi solemne pobreza, mientras que la cosecha de aquel año se creía ya perdida por la pertinaz sequía, corría el año 1.805. De nuevo se trajo en rogativa al señor del Consuelo y durante la misa del segundo día, comenzó a llover abundantemente. Con todo la devoción popular se volcó de nuevo hacia el Santo Cristo, descuidando otras. Durante todo el siglo XIX y parte del XX se continuó la costumbre de traer al Cristo en rogativa hasta la Iglesia Parroquial para impetrar su protección. A partir de 1.806 se la dio advocación de Cristo del Consuelo, hasta entonces del Calvario, como vimos, sin embargo está constatada la existencia de un Cristo con esta advocación en la Iglesia parroquial por los años de 1.722. Así en el testamento de Ana Marín Melgarexo, se hace constar: "el qual (cuerpo) mando sea sepultado en la capilla del Santo Cristo del Consuelo". No obstante la coincidencia, se trata sin duda de imágenes distintas, pues en 1.722 el que luego sería Cristo del Consuelo se llamaba todavía Santo Cristo del Calvario y se veneraba en su ermita extramuros de la población, nunca en la Parroquial.

También en 1.806 fue escrita la novena por el Beneficiado de la Iglesia Parroquial Doctor Don Domingo Morata, gran devoto del Cristo. De ella se han hecho numerosas ediciones, la primera de ca. 1.807 en Murcia por Juan Vicente Teruel. Las novenas celebradas en los 9 días que anteceden a la fiesta de la Invención de la Santa Cruz revistieron siempre gran solemnidad, acompañándose con coros, órgano y orquesta. En ellas se hacía el "canto de las cinco llagas" cuya primera música compuso el organista de La Asunción Don José López en el primer tercio del siglo XIX. Música que después transcribió y recompuso Don José María Gálvez a fines del mismo siglo, tal como han llegado casi hasta nuestros días.

Los escritos apolegéticos y, sobre todo, la poesía fue otro modo de recrear la devoción al Cristo del Consuelo, sobre todo en la primera mitad del siglo actual, las poesías dedicadas a esta imagen se cuentan por cientos. El gran ascenso devocional del XIX conllevó también la construcción de una nueva ermita que sustituyó al breve y vetusto edificio anterior. La actual construcción data de 1.870 según planos del arquitecto Don José Ramón Berenguer, quien también trazó el retablo, todo según el estilo neogótico imperante con salpicaduras del neorrománico-mudéjar.

En cuanto a la Cofradía parece que se organizó como tal a partir del año 1.800 en gran medida por la iniciativa de Don Manuel Marín-Blázquez y Marín-Ordóñez gran devoto del Santo Cristo, vinculándose de este modo definitivamente la cofradía a esta familia. Este caballero fue el primer Hermano mayor, mientras su esposa fue la primera camarera, Doña María Concepción Marín-Blázquez y Candevila. Durante el primer cuarto del siglo XIX se produce la fusión de esta cofradía con la de la Preciosísima Sangre de Cristo, que existía en Cieza, al menos desde el siglo XVI, de ahí que la cofradía del cristo adoptase el rojo como color propio al fundirse con aquella.

Pero llegan los ácigos días de 1.936. La devoción al Cristo del Consuelo vive uno de sus momentos más brillantes en los años 30. Llegado el 9 de agosto de 1.936 todo parece olvidado... El odio y la ignorancia se conjuran y aquella sagrada imagen es quemada con saña. Parece increíble, pero así fue, el símbolo de Cieza, el refugio de todos los ciezanos había sido destruido..., incluso por algunos ciezanos. Pero la devoción no se pudo destruir y restablecida la paz se pudo reponer el Cristo destruido con otro idéntico proveniente de Caravaca, obra del mismo Rigusteza y la misma época. Era el SAnto Cristo de la Buena Muerte, que ya reseñamos, venerado en "La Ermita de la Reja" del antiguo Calvario de Caravaca, trasladado a la Parroquia de El Salvador en 1.936 para evitar su destrucción. Conocida su existencia se hicieron gestiones para adquirirlo por el entonces Hermano mayor de la Cofradía, Don Antonio García Salmerón con el párroco de El Salvador de Caravaca, Don Tomás Hervás García. Cieza tendría su Santo Cristo del Consuelo a cambio de un Sagrado Corazón que hacía falta para una de las capillas de el Salvador, y así fue El Cristo procesionó de nuevo por las calles de Cieza el Domingo de Ramos de 1.940, tras ser restaurado por González Moreno y todo volvió a ser como antes. El Señor del Consuelo volvió a presidir desde su ermita en lo alto del cerro, el lento fluir de la vida en Cieza, como lo había hecho desde generaciones. La alegría, la amargura, la esperanza y la inquietud, la prosperidad y la desgracia de los ciezanos volvían de nuevo la mirada hacia aquella cumbre buscando en ella la protección y la dicha.

Por Manuel de la Rosa González

 

 

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